jueves, 27 de agosto de 2009

EL LECTOR QUE SOÑABA CON UNA CERILLA Y UN BESTSELLER DE MENOS DE 200 PÁGINAS

Y cayó el segundo. No hacía falta ser Aramis Fuster para saber que, dado el buen sabor de boca que me dejó la primera parte de la trilogía Millennium, la lectura de La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina era cuestión de tiempo.
Acostumbrado a las sagas literarias, me enfrenté a este libro con el presentimiento de que todo sería más de lo mismo, una nueva aventura, una misma estructura… Pero me equivocaba. Conservando principales y secundarios, esta nueva novela nos presenta a los personajes en una historia que nada tiene que ver con la anterior.
Si bien Larsson nos muestra las diferentes consecuencias que lo ocurrido en el primer volumen de Millennium tiene en los personajes, nos adentramos en una historia más terrible y oscura, más compleja y madura, en la que se profundiza aún más en la personalidad y motivaciones de los protagonistas, y donde se dan a conocer algunos aspectos del enigmático pasado de Lisbeth Salander.
Como la anterior, esta continuación de la saga consigue presentarnos una historia de intriga cuyo mayor atractivo es la protagonista, donde el caos, la continua incertidumbre y todos los cabos sueltos se unen al final de la historia y dejan “ganas de más”
Nos regala un apasionante y trepidante desenlace a lo largo de más de 250 páginas. Pero el precio a pagar es, de nuevo, ver cómo se repite –e incluso acrecienta– el mismo fallo que en la primera: otra vez los inicios de la historia se presentan de forma lenta (a veces tediosa hasta la página 200) y carece de ritmo (hasta la 500)…
De nuevo, lo de siempre… Una historia de más de 500 páginas que podría haberse contado en 300.

Todo esto me lleva a plantear las siguientes preguntas: ¿Por qué los best sellers no tienen menos de 200 páginas? ¿Qué oscuro e intrigante pacto con el diablo firman los escritores para que personas que no han leído nada desde el Micho se beban tochos como Los pilares de la tierra?
Y es que, con las malsanas excepciones de esa memez infantiloide para anormales llamada “El niño con el pijama de rayas” y los Coelhos y Bucays (de los que prefiero no hablar), no hay superventas que se precie que no tenga menos de 300 páginas. Las obras de nuestros queridos Noah Gordon, Ken Follet, o los paisanos Ildefonso Falcones o Sánchez Adalid, son la muestra viviente de que los árboles sueñan con la llegada masiva el ebook.
Igual da novela negra, histórica, conspiraciones judeomasónicas, cuáqueros, templarios, construcción de catedrales o dinastías familiares… En su grosor, todas siguen la estela de los dos más vendidos: La Biblia y El Quijote.
Si cada vez que un españolito va a leer pilla un tocho de 800 páginas, ¿cómo no vamos a tener índices bajos de lectura?

Y si el grosor de una novela asusta… mejor no pensar en las continuaciones. Por regla general, cada nueva entrega tiene cien páginas más que la anterior, y valgan de ejemplo las sagas de Millennium (650, 750 y casi 900) y Crepúsculo. Harry Potter no se escapa de todo esto, y después de una infumable 5ª entrega de ¡¡893páginas!! Rowling redujo en la 6ª... aunque volvió a colarse en la 7ª.
Si el tiempo y esfuerzo que se dedica a promocionar y leer todos estos productos con fecha de caducidad se emplease en acercar y leer clásicos, otro gallo nos cantaría en este país.

lunes, 17 de agosto de 2009

HOMENAJE TRUFERO

Era conocido mundialmente por su talento intermitente, que no irregular. Sólo un par de días a las semana las musas acudían a su estudio y conseguían que su creatividad y maestría emergiese de las sombras para dar a luz obras revolucionarias, rompedoras.
Aunque era ciego, los jueves y domingos Jemery era un visionario. Y de los buenos.

miércoles, 12 de agosto de 2009

CRÓNICAS VIRTUALES DE UN SOLTERO A SU PESAR

Soltero, pasado de la treintena, sin piso, novia, ahorros, trabajo, cuerpo Danone… Y encima, ¡¡¡me pasan unas cosas!!!
Capítulo 2: "Deportes 0 - Fórmula 1"
Además de ser bueno para la salud, el deporte constituye una de las mejores herramientas para la socialización del niño, sobre todo en la etapa escolar, cuando comienza a formar y conformar su grupo de iguales, eso que todos conocen como “grupo de amigos”
Y es que para la práctica del deporte no hace falta mucho: para correr basta un suelo, y para deportes de balón sólo una pelota y gente con la que jugar. Porque, para porterías bien valen piedras, camisetas o improvisados y frágiles montones de tierra/arena; para cestas: cajas, bolsas o alguna pintada en la pared; red: una cuerda, una línea trazada en el suelo o en la arena…
Por extrañas razones biológicas, genéticas o del destino, nunca se me han dado bien los deportes, no he sido diseñado para practicarlos ni disfrutarlos… Así de simple: digamos que nací sin el “chip” que me habilita para su práctica. Desde mi llegada al colegio hasta ahora (y no creo que esto vaya a cambiar) el deporte y yo no hemos nacido para convivir el uno con el otro.
Primero probé con el fútbol (¿quién no sabe dar un par de patadas a un balón?) y desde el principio se veía que aquello no llevaba a ninguna parte (de hecho, más que integrar, me segregaba. Incluso más que de no practicarlo). Consciente de mi incapacidad para el deporte rey, y persiguiendo poder formar parte “del grupo”, quise probar otras modalidades, pero ni el baloncesto (si no colaba el balón en la portería, ni que decir en un arito muy alto), ni el balonmano. Ni siquiera en el voleibol (considerado en los 80, junto con el baloncesto, “deporte de niñas”) se podía observar un mínimo de destreza en mí.
Tras los mayoritarios, llegaron las artes marciales, pero tampoco en la realización de katas se apreciaba progreso alguno. Completamente asumida mi poca destreza deportiva cambié de rumbo hacia otros caminos “menos movidos”: el dibujo y pintura, desarrollo de afición al cine, música y tv, iniciación a la escritura… Los resultados en los mismos –en el arte: para gustos, colores– no fueron malos del todo, y me han permitido llevar una existencia “socialmente decente” e integrarme en todo tipo de conversaciones (siempre y cuando los temas no fuesen los mismos que trata el diario “Marca”)
Tras ocho años en el colegio todo volvió a comenzar en el instituto. De nuevo unos compañeros diferentes, la necesidad de establecer lazos, y el fútbol como medio de ampliar y consolidar el nuevo círculo de amigos. Lo que puede ser curioso en la primera infancia puede ser traumático en la niñez y estigmatizarte en la adolescencia: mi incapacidad para la práctica deportiva fue notoria. Y sin embargo, a pesar del poco nivel demostrado, son dignas de alabanzas las continuas llamadas de mis amigos “recién estrenados” para quedar a jugar al fútbol: siempre contaban conmigo para un partido (quizás porque fuesen impares, quizás porque al menos ponía interés)… aunque siempre fuese el último al que elegían para formar parte de un equipo (¿el niño gordo con gafas, zampabollos, torpe que siempre se escoge el último cuando se organiza un partido en el patio de un colegio o en una plazoleta? Ese, era yo en mi adolescencia)
Con la madurez llegaron modalidades deportivas más accesibles, más relajadas. Aunque cuando jugar a las palas en la playa es una tortura para el que tengo en frente… ¿cómo hacer frente a un partido de pádel?
Y de repente, un buen día, llegó Alonso. La fórmula1 entró en mi vida.
10 escuderías, 20 pilotos, 10 nombres más vinculados con el mundillo, 17 grandes premios (con 3 sesiones de entrenamientos libres, 1 clasificación y 1 carrera) Y poco más que saber. Tres cuartas partes del mundillo mecánico es secreto y el cuarto restante te lo anuncian y comentan constantemente. Por no hablar del “previo”, ese “Manual de Formula Uno para tontos” que tantas dudas resuelve.
En comparación con el fútbol o el baloncesto (equipos, ligas, divisiones, copas, recopas, champions, amistosos, selecciones absolutas, fichajes, jugadores, entrenadores…), ciclismo (giros, turs, maillots de colores, vueltas, escaladas, pájaras, poppins, etapas reinas…) o el tenis (jugadores, gran eslám, la Davis, que si copas, ensaladeras, masters, opens, dobles…) esto es un juego de niños.
Además… ¡¡¡es uno de los pocos deportes que nunca podremos jugar!!! (¿los karts? Jajajaja ¡van a gasolina!) ¿Cómo no me voy a enamorar de este deporte? ¿cómo no me voy a interesar por él?
Así que… nada de Raúl selección. ¡¡¡Alonso Ferrari!!!
Foto: Ya, de pequeño,
dominaba las 4 ruedas

sábado, 8 de agosto de 2009

PATERNIDAD SÚBITA

Nueva entrega de Grandes del cine por la puerta de atrás.
Hoy, un pequeño y modesto -aunque sincero homenaje- a la saga galáctica por antonomasia (y no me refiero al culebrón de Star Trek), concretamente a su episodio 5: "El imperio contraataca"
PATERNIDAD SÚBITA

Gracias al Perro Trufero y Mascachinas (.blogspot.com) por su desinteresada colaboración en el rodaje de este post.

jueves, 6 de agosto de 2009

Tras el estruendo, la sorpresa y el consecuente caos, las cámaras del estudio encontraron el objetivo entre el público. De pie, impasible, y con una pistola en la mano, sabiéndose dueña de la situación dijo con gran serenidad:
- “Bueno, se acabaron las pamplinas. Ahora vamos a ver algo realmente interesante en este programa.”

ÉTICA FARMACÉUTICA

dispensar.(Del lat. dispensāre).
1. tr. Dar, conceder, otorgar, distribuir. Dispensar mercedes, elogios.
2. tr. Expender, despachar un medicamento.

Aquellos medicamentos, los productos de alimentación infantil, la máquina que pesa y mide la altura, el timbre que sonó a la entrada, la dependienta con bata blanca y chapita con su nombre… no había lugar a dudas, estaba en una farmacia.
Se había preparado meticulosamente para no ser reconocida, llevaba tiempo en la esquina esperando la ocasión para entrar sin tener que esperar turno, y eso que sólo iba a comprar un producto. Un simple y común objeto de los que se adquiere en la farmacia. Pero toda preparación era poca, nadie tenía que saber quién se ocultaba bajo la peluca y las gafas de sol.
- “Buenas tardes”– dijo, intentando disimular su acento– “Quisiera comprar…”
- “¿Cómo?”– la dependienta interrumpió bruscamente.
- “Mmmm...” – extrañada por la reacción, reformuló lo dicho – “Venía a que me vendiera…”
- “No. Lo siento, pero no. Aquí no vendemos. No somos un supermercado y no soy una dependienta. Esto es una farmacia y yo soy una licenciada, una farmacéutica titulada. Aquí no se vende, se dispensa”
- “Bueno, vale”
– cortó en seco. No quería entrar en polémicas. No tenía tiempo. Ni ganas. Sólo comprar y salir, comprar y salir. – “Pues me gustaría que me dispensase…”
- “Se creen que esto es una tienda normal y no es así. Aquí somos conscientes de que nuestros productos, mal indicados, recetados, utilizados pueden afectar seriamente a su salud. La automedicación, el “mi vecino me aconsejó” y el (por qué no decirlo) el poco conocimiento de los médicos (que no tienen idea de recetar) son motivos más que suficientes para no dejar de lado nuestra responsabilidad como farmacéuticos. Aquí nos aseguramos de que el paciente sepa qué se lleva, para qué sirve, cómo lo va a utilizar, qué contraindicaciones tiene... Porque, en una dosis inadecuada, una contraindicación, una simple alergia, puede estar el estrecho margen entre la cura y la muerte. Un ansiolítico no puede venderse como si fuera un tomate. ¿¿Realmente está usted segura que, el producto que busca sirve para lo que necesita??”
Tras estas palabras se hizo brevemente el silencio. Y en este pequeño instante, se estudiaron mutuamente. Su primera intención era mandarla a paseo, la segunda salir de la farmacia dando un sonoro portazo. Sin saber cómo, y con una serenidad pasmosa acercó su cara a la de la dependienta y dijo:
- “¿Sería usted tan amable de dispensarme una caja de preservativos?”
Pero la sangre que le hervía no tardó en hacerla reaccionar, y volviendo a la posición inicial exclamó:
-“Eso sí, después de decirme qué contiene la caja, para qué sirve, cómo se utiliza, las contraindicaciones y quedarte uno para que te den por culo. ¡¡¡Que sólo vengo a por condones!!! ¿¿Me entiendes?? ¡¡Sólo quiero condones!!”

EL CURIOSO CASO DEL CIRUJANO PLÁSTICO DE MICHAEL JACKSON

(…) No resulta fácil ser quién soy. Todos estos años de enorme sacrificio, tantos años de esfuerzo y trabajo para pagarme los estudios, salir adelante en la vida, poder llegar a convertirme en alguien importante, ser uno de los más insignes profesionales en mi terreno… Y, cuando llego a la cumbre, sucede todo esto.
A pesar de todo el éxito cosechado, de los grandes logros alcanzados, llevo media vida sufriendo una terrible penitencia. Penitencia que, si bien más o menos se intentaba superar, ahora ya queda grabada para los anales de la historia.
Por mis manos han pasado multitud de personas, cientos de estrellas han acabado con sus complejos e imperfecciones gracias a mí. Puedo decir que, como Dios, he hecho a los principales hombres y mujeres, a medida y semejanza de sus mejores sueños. Pechos, nariz, mentón, pómulos, caderas, manchas de piel, cabello, orejas, labios, pigmentación… No hay límites en una operación cuando no lo hay en la billetera.
Y, ¿cómo se me recordará? ¿Por qué obra seré inmortalizado? Para la eternidad seré el cirujano plástico de Michael Jackson, el hombre que lo convirtió en… el humanoide color parduzco con mascarilla negra aclamado musicalmente como “El rey del Pop”.
Reconozco que aquella primera vez que vino a mí no estaba muy inspirado, y que, a pesar de las continuas intervenciones para mejorar su aspecto y calidad de vida, los resultados no fueron muy satisfactorios. Pero… ¡¡hay tanto que no se sabe de él, de su vida, de su sufrimiento, de su piel…!!
Ahora que todo ha acabado para él, no me siento capaz de hacer frente a mi lugar en la historia.
Por eso acabo con todo, doy carpetazo a mi vida y marcho tranquilo adonde el destino quiera llevarme. Emprendo un viaje sin retorno no sin, antes, enmendar un error cometido en España hace unos años. Un anónimo infortunio para la sociedad pero que, con el tiempo, puede enturbiar aún más la imagen que existe de mi (…)


Dejó de leer y devolvió aquella nota comisario. No iba a ser más que una entrevista de rutina, unas simples preguntas para oír lo que ya sabía: El cirujano no tenía nada que ver con el posible asesinato del cantante.
No había aclarado nada y ya tenía otra madeja que desliar en sus manos.
- “España…” – pensó – “Después de todo, no viene mal un cambio de aires”
Tres grupos de investigación ya se ocupaban del caso del cantante, y ocasiones así no se presentaban a menudo. Se volvió al comisario y le preguntó:
- “¿Tenemos jurisdicción en México?”

PALABRAS PARA ALEX

Existen muchos tipos de cantantes, y muchos tipos de cantautores. Desgraciadamente en nuestro país, entre todos, es el cantante-llorica el que más éxito viene cosechando, hasta casi haberse convertido en una “insignia nacional”. Auténticos expertos en pregonar sus desgracias e infortunios amatorios, sus vivencias de desamor, sus miserias sentimentales…
Una estirpe que, como la mala hierba, a medida que crece, eclipsa y acaba con todo lo bueno de nuestra música: cantautores comprometidos con la realidad social, cultural y política de España y con los que, en cierta medida, tenemos una gran deuda por su capacidad y lucha para abrir y despertar mentes.
Son la gente como tú la que está matando la música. Nos decís que lucháis por salvarla, acusáis al pueblo de acabar con ella mediante las descargas, decís que carecemos de cultura musical… y después atentáis contra el buen gusto y la dignidad musical con discos de tercera categoría repletos de canciones edulcoradas, banales y sensibleras: productos de consumo que, sin posibilidad de trascender o de ser mínimamente recordados, se perderán para siempre en la historia.
Aquí tengo tu último cd. Por cierto, ¿no tenéis el más mínimo interés por hacer una portada decente?, ¿una simple fotografía… y ya está? Ni siquiera estáis a años luz de hacer una portada interesante.
Aunque no lo creas, esto me va a doler más a mí que a ti. Cuando ahora te mate, con tu vida finalizará todo. Dejarás de sufrir. Se acabará la tortura mental en la que te encuentras y a la que sometes a quienes te escuchan y padecen. Porque, querido Alex, sólo a una persona torturada pueden salirle este tipo de letras. Tal dolor, tal angustia, sólo puede manar de un alma agonizante. Esa voz apagada sólo puede salir de un corazón maltrecho como el tuyo. Mírate. Esa cara de pena… hasta sonriendo parece querer decir: “por favor, acaba con mi sufrimiento”. Si a un caballo con la pata destrozada se le mata para acabar con todo el dolor… ¿no es acaso un gesto humanitario lo que a continuación voy a hacer contigo?
Créeme: no notarás nada, yo soy quien más va a sufrir, y la sociedad quién lo agradecerá. Lo que no sé es si es demasiado tarde para que la música se reponga del estropicio que has armado y vuelva a ser lo que era.
Adiós, señor Ubago.

ARTISTA INVITADO

No era el escenario soñado. Ni el público deseado. Pero el dinero es lo que cuenta, y el contrato firmado con la cadena de televisión exigía que la promoción del nuevo disco se hiciera en los programas “de la casa”. Entre ellos, aquel circo mediático en el que famosillos de tres al cuarto se ponían verdes y gritaban quién se había acostado con quién. Gente sin estudios ni preparación se llenaba los bolsillos chillándose y despotricando de terceras personas, mientras él apenas cubriría los gastos del lanzamiento de su tercer disco con los playbacks que haría para aquella cadena.
Después de más de media hora esperando, tras una discusión sobre la enésima novia de un chupóptero vivalavida, llegó su turno. En teoría, un par de preguntas sobre el disco y el primer sencillo extraído, mover los labios siguiendo la canción, saludar tras los aplausos y se acabó. Y como el primer día que se colocó detrás de un micrófono, tenía los nervios a flor de piel. Aunque, en esta ocasión, no se debían exclusivamente a la actuación.
Aplausos. Comienza la cuenta atrás. Se oyen las primeras notas de la canción y cierra los ojos. Empieza el espectáculo.
De repente, un fuerte sonido irrumpe en el plató. El tiempo se para. Tras el estruendo, la sorpresa y el consecuente caos, las cámaras del estudio encontraron el objetivo entre el público. De pie, impasible, y con una pistola en la mano, sabiéndose dueña de la situación, una mujer mayor, de unos setenta años dijo con gran serenidad:
- “Bueno, se acabaron las pamplinas. Ahora vamos a ver algo realmente interesante en este programa.”
Lejos de cortar la emisión, los productores decidieron sacar tajada de aquel incidente intentando hacer que el presentador tranquilizase a la mujer, curiosamente, la única serena en el plató.
- “Ahora que he captado vuestra atención me gustaría, en nombre de todas las amas de casa de este país, dar un beso a Belén Esteban. Ella es el ejemplo de la fuerza desgarradora y el empuje de una luchadora, de una mujer, de una madre”
Los invitados miraron todos a la diva esperando su respuesta, pero “la Esteban”, no reaccionaba viendo cómo aquella mujer bajaba las escaleras hacia ella. El presentador, en un intento de aparentar que llevaba las riendas y bajar un poco la tensión reinante, hizo de tripas corazón y medió en el saludo que tenía lugar: “Esto sólo aquí, en su televisión amiga, en directo para toda España”. La tensión podría cortarse con un cuchillo. La frialdad fruto del miedo y la desconfianza de la rubia de Telecinco contrastaba con la ilusión y la alegría de la mujer de la pistola.
- “Este es el momento más feliz de mi vida. Llevo años soñando con esto, con poder conocerte en persona, saludarte y poderte dar un abrazo. ¡¡Estoy con Belén Esteban!!” – la mujer iba dando rienda suelta a su felicidad, un sentimiento que la embargada y se apoderaba cada vez más de ella.
Aquel era el momento. Después de aguantar durante tantos años a tanta morralla televisiva, a horteras más putas que las gallinas, a inmigrantes que se acostaban con la primera momia folklórica que pillaban… éste era su momento. Quizá poder pasar a presentar un programa más decente, algo más serio, a lo mejor… ¡¡la radio!! Sólo tenía que explotar el alma sensiblera de aquella anciana un poco más, lo suficiente para que soltase o aflojase la pistola y podérsela quitar… Así que se dirigió a su cámara:
- “Señores espectadores, sólo aquí, sólo en nuestra cadena, los sueños pueden hacerse realidad. Sólo tienen que pedir y sus sueños se harán realidad” – tras esto, se acercó a aquella mujer emocionalmente desarmada – "Señora, toda España está con usted ¿cómo se llama? ¿De dónde viene? ¿Qué le parece Belén ahora que la conoce? ¿Desde cuándo la viene siguiendo? ¿Qué le gustaría pedirle?...”
Completamente extasiada, la seguridad que había mostrado se diluía en el conjunto de emociones del momento: “Bueno… no sé… yo ya estoy más que satisfecha… a lo mejor… no sé… me gustaría saber qué guarda en su bolso una mujer tan entregada como Belén…”
- “El bolso ¡aquí! ¡ya!”- dijo fuera de cámara a uno de los ayudantes que, nervioso y fuera de si por todo lo que sucedía, a su vuelta al estudio tropezó con un cable y cayó, desparramando por el suelo todo el contenido del bolso.
Algo que pasó de largo ante los ojos de todos los que estaban en el plató, que creyeron que era una cajetilla de tabaco no lo fue para la mujer que, de la sorpresa pasó rápidamente a la decepción, y de ahí a la tremenda decepción, cuando identificó la caja de preservativos.
Con lágrimas en los ojos levantó la pistola y apuntó a la dueña de las pertenencias sueltas por el suelo: “¿Preservativos? Preservativos… ¿Cómo puedo adorar a una mujer que lleva preservativos en el bolso como una vulgar ramera? ¿Cómo puedes? ¿Por qué?”
Disparó. La bala le atravesó el hombro y cayó al suelo. Todo previsible de no ser porque la mujer disparada era la que apuntaba a Belén Esteban y, porque al otro lado del plató, Alex Ubago permanecía con el brazo extendido y una pistola en la mano.
Demasiadas emociones en tan poco tiempo, el silencio era sepulcral. En el escenario donde habría actuado de no ser por la mujer que se retorcía y quejaba en el suelo, estaba impertérrito. Las cosas no habían pasado como le dijeron. Nadie le habló de la puta vieja de la pistola. Ahora tendría que intentar improvisar para conseguir hacer lo que debía.
- “Aunque nadie me crea, no era mi intención dispararle, señora. Lo que pasa es que ha ido a escoger un mal día para intentar matar a Belén Esteban. Me temo que hoy quien va a matar a la Esteban soy yo” – con la inexpresividad que le caracteriza sacó un papel del bolsillo, lo abrió con la mano que tenía libre y comenzó a leer – “Belén. Lamento el crimen que te hice. Aunque los pechos no salieron mal del todo, me duele pensar y saber que, por segunda vez en mi carrera, hice un mal trabajo cuando quise reconstruir tu rostro. Un error irreparable que pienso borrar… aunque sea a través de otra persona.”
Dejó caer el papel, miró a su víctima a los ojos y dijo: “Lo siento Belén. Eres tú o yo.” Acto seguido, pulsó el gatillo tres veces.

EPÍLOGO

Sin duda era lo último que oiría en la vida –“Adiós, señor Ubago”– pero, impulsivamente, estiró los brazos hacia su verdugo: “¡¡Un momento!!”
Esperó la muerte unos interminables segundos y, cuando vio que no pasaba nada, intentó recuperar el aliento antes de hablar: “¿no hay nada que puedo hacer para que no me mates?”
- “Podría decirte que dejes de cantar. Pero… ahora que lo pienso, tengo cierto encargo que, quizás, una persona como tú podría realizar…”

10 VARIACIONES SOBRE EL CUENTO DE MONTERROSO

Cuando despertó, el fósil de dinosaurio todavía estaba allí (variante arqueológica)
Cuando despertó, el desayuno ya estaba allí (variante gastronómica)
Cuando despertó, la gallina todavía estaba allí (variante zoológica)
Cuando despertó, la gallina todavía estaba en la cama (variante zoofílica)
Cuando despertó, todavía quedaba media hora para levatarse (variante madrugadora)
Cuando despertó, todavía estaba dormida (variante perezosa)
Cuando despertó, descubrió que todavía estaba muerta (variante necrológica)
Cuando despertó, todavía estaba caminando (variante cinética)
Cuando despertó, la película todavía estaba puesta (variante cinematográfica)
Cuando despertó, Kubrick todavía estaba aquí (variante nostálgica)