domingo, 28 de febrero de 2010

AHORA VENGO

Hoy despierto y veo que sigo vivo.
De nuevo, éste va a ser otro día más que paso amándote en secreto, en silencio, a solas. Susurrándole a mi soledad al oído aquellas palabras que sueño pronunciarte, que quisiera regalarte, que debiera decirte, que imagino recitarte.
Pero no tengo el valor para decírtelo, no tengo el ánimo para acercarme a ti, no encuentro razones por las que pudieras estar interesada en mí.
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En unos días, PSAON volverá, como el Ave Fénix, resurgiendo de sus cenizas.

miércoles, 24 de febrero de 2010

RESPE(C)TO AL RESPETO

El asunto en cuestión: En el cambio de clase, una alumna comienza a llorar por su (enésimo) examen suspenso. En mitad del drama, un compañero se acerca y comienza a (podemos decir) “carcajearse” de su situación. Presa de los nervios, siguiendo un impulso, ella se le echa encima y propina tres golpes en la cara. Cuando él va a responder los compañeros le sujetan… y entonces, aparece el profesor de guardia para hacerse cargo del grupo.
Dado el nivel de agitación que se respira en el aula, se intenta llevar a cabo un debate que, por un lado canalice las ganas de “comentar la jugada” del alumnado, y por otro (obviamente) intente acercar y apaciguar a las partes en conflicto.
Se logra que la chica pida perdón al agredido y que la clase entienda que todo tiene que quedar ahí, con las paces de los implicados. Pero… él lo tiene claro: le ha agredido y esto sólo puede solucionarse a través de la devolución física del golpe; entiende que está mal pegar a una chica… por eso buscará a una amiga que ejecute su venganza por él.
Y saca a colación la palabra: respeto.
No pueden quedar impunes los golpes, no puede perdonar a su compañera, aún menos el asumir su responsabilidad como agitador y causante de toda la situación. “Es cuestión de respeto. De hacerse respetar por los demás. Si te pegan, devuelves el golpe. Siempre. No hay excusa” Tras sus palabras, la mitad de los chicos de la clase cambian de opinión y le muestran su apoyo: “Maestro, no puedes dejar que te pegue una niña
Ante esto, yo me pregunto: ¿Qué es el respeto? ¿Qué difiere entre el concepto de respeto que se intenta inculcar en clase, el que se le da en casa y el que les oferta la calle?

martes, 16 de febrero de 2010

SIEMPRE QUISE SER GUITARRERO

Si me hubieseis preguntado (con motivo del post aniversario) cuál es una de las mayores frustraciones de mi vida, hubiera respondido: aprender a tocar la guitarra española.

Se habla mucho de la extraña e incomprensible falta de habilidad y destreza de los españoles a la hora de estudiar idiomas (generalmente inglés): la eterna promesa de cada nuevo año, los cursos que se inician (por fascículos, presenciales, virtuales) y se dejan a medias, el cíclico auge-declive de las academias de idiomas… Ni Muzzy, los Lunnis, o Rosa Iglesias (asesora pedagógica de CCC)… ni siquiera el profesor Maurer (y su método de 1000 palabras) se lo explican, pero es así. Hasta que no nos implanten un puerto USB en el cerebro… aquí el inglés únicamente será dominado por esa rara avis de ejecutivos, deportistas de élite, y maestros y profesores de inglés titulados. ¡Ni los presidentes de nuestro país lo chapurrean de forma mínimamente decente! Pero no nos desviemos.

Lejos de preocuparme mi escaso dominio de cualquier idioma (incluido el español), si algo remuerde mi conciencia y me corroe por dentro es el no haber sido lo suficientemente decidido, constante y espabilado en su día como para aprender (al menos) las nociones básicas para manejar este instrumento. No es que crea que pudiera haber tenido una carrera musical, pero sí que ahora no tendría esta “espinita”.

Hoy, con la crisis de valores, identidad y futuro de los jóvenes y adolescentes, y sobre todo con el auge de las nuevas tecnologías, la “spanish guitar” no es lo que era. Su papel de aglutinador social, cohesionador de grupos e instrumento para la diversión (y en algunas ocasiones, incluso para ligar) recae hoy en las videoconsolas (ps2, ps3, psp, ds, xbox, wii…) y todas las miradas se dirigen a la tita teuve.

A mi esta moda me pilla a traspiés. Pertenezco a una generación sin identidad que creció entre las veladas con una guitarra cantando a la luz y el calor de una fogata y las tardes-noches “dándole a la play” en la casa de fulanito. Y mis dedos porrones dan buena cuenta de ello al carecer de la flexibilidad necesaria para tocar acordes (Acordes, qué gran canción de los Pecos) y de la rapidez de reflejos para correr, recibir el balón y dar un pase corto con la “x”.

Los adolescentes me consideran viejo por decir “walkman” al “ipod” ¿Qué dirían de mí si les explicara que en las reuniones el que más ligaba y al que más se acercaban las chicas era al de la guitarra, que con la guitarra española se hacía música sin enchufarla o que no era necesario poner el singstar para cantar?


El pasado fin de semana, poseído por el espíritu consumista y dispuesto a acabar con este trauma (al menos en parte), me compré el pack GuitarJirou (con juego y guitarra de botones) para la play.

Cuando abrí la caja, todo se iluminó: ahí estaba, la guitarra, lo que me faltaba para acabar con ese episodio oscuro de mi pasado… lo que me faltaba para ser un friki completo. Todo cambiaría.

A la media hora aún no sabía bien como iba aquello, a la hora apenas conseguía seguir el nivel fácil. A las dos horas me sorprendía guitándole a la tele: “¡Más despacio!” A las tres horas iba buscando las canciones más melódicas a ver si con las lentas la cosa iba a mejor. A las cuatro horas comencé a seguir un pequeño dolor en la mano izquierda. A las cinco horas descubrí que había una opción para ir cargando y liberando canciones (“modo historia” se hace llamar) y apagué. Por supuesto, de cara al exterior, todo maravilloso.

A la mañana siguiente busqué una víctima con la que cargar toda mi frustración: un duelo “a cara perro” con mi hermana, que no había manejado esto en su vida. Era el momento de poner sobre la mesa lo poco que hubiera sacado. La víctima perfecta. Los dioses estaban de mi lado. En la primera partida le saqué casi mil puntos (y eso que no quería ir de sobrado) En la segunda me ganó por paliza (“Me he dejado para que no te enfades” –le dije– “y apaguemos esto que nos están esperando para comer”)


Si me hubieseis preguntado (con motivo del post aniversario) cuál es una de las mayores frustraciones de mi vida, hubiera respondido: aprender a tocar la guitarra... como los scouts en sus fogatas.

viernes, 5 de febrero de 2010

POST INÉDITO

Para celebrar el primer aniversario del blog, y mientras voy elaborando el post aniversario... uno que iba a ser y se quedó en el intento. Uno inédito (hasta ahora) que iba a formar parte de la última entrega de la "Miscelánea Sevillana": BICIVOLADORES SEVILLANOS


Más allá del cierre de negocios, cambios de sentido y calles levantadas o cortadas, una de las principales y más significativas transformaciones que he observado en mi reencuentro con la ciudad de Sevilla es la gran libertad, por no decir mandato o tiranía, de los ciclistas.
En mis años de estudiante era común ver el cartelito carril bici YA en ciclos aparcados a las puertas de las facultades. Los estudiantes se trasladaban con más pena que gloria (y, dependiendo de la zona, arriesgando sus vidas) por una ciudad que les daba de lado.
Ahora, con carril propio, fomento del uso de este medio por parte del ayuntamiento y un servicio municipal de alquiler, además de extender su uso y democratizarlo (ya no sólo es monopolio de jóvenes y estudiantes), los ciclistas son los reyes de la ciudad: más allá del camino verde (“camino verde, que va a la ermita”) que se les ha regalado, dominan las calles y callejuelas que les salen al paso. Lo mismo da calzada, carril o acera, calle peatonal o sentido contrario. Como los bicivoladores (película australiana en la que Nicole Kidman era… aquella Nicole Kidman antes de ser… esta Nicole Kidman), los usuarios de las dos ruedas sin motor pedalean con desenfreno esquivando y sorteando cualquier tipo de obstáculo (humano o urbano, animado o inanimado, animal o vegetal, charco o socavón…) que pueda salirles al paso.
Tras un par de sustos y de recriminaciones en forma de exabrupto (con desplante ciclista en forma de dedo índice señalando al cielo) lo vi claro… no saldría a la calle sin lucir en mi espalda un cartelito en el que rezase carril peatón YA.