Capítulo 1: La isla, los dioses y las marionetas.
Érase una vez, en una pequeña isla olvidada en un lugar perdido del Océano Pacífico, dos hermanos que se llevaban muy mal. A pesar de que, por su físico todos dirían que tendrían unos 40 años, ellos tenían el don de no envejecer, con lo que nadie podía decir ni cuándo nacieron, ni desde cuándo llevaban en la isla. Nadie, ni siquiera ellos. Eran inmortales, dioses.
Jacob, además de ser el mayor de los dos, tenía encomendada una pesada labor: por un lado proteger y preservar la isla, y por otro evitar que el espíritu de su hermano escapase y saliera de ella.
No obstante, a pesar de las desavenencias, solían reunirse de vez en cuando para apostar en un curioso juego: Jacob decía que el ser humano es bueno por naturaleza, su hermano opinaba lo contrario, y para comprobar quién tenía razón solían atraer y abandonar en la isla a diferentes grupos de personas, observando cómo sobrevivían y se llevaban entre ellos. Si acaban formando una comunidad bien avenida, ganaba uno. Si terminaban enfrentados, lo hacía el otro.
Como estaban siempre peleados y los dos querían vencer, siempre se las apañaban para hacer trampas: uno buscó a un ayudante que socorriera, asesorara y organizara a los náufragos que llegaban a la isla, integrándolos en la comunidad de supervivientes que se había creado con el paso del tiempo; el otro se transformaba en una columna de humo negro y acosaba, asustaba, atacaba e incluso asesinaba, a los recién llegados.
Tras siglos y siglos de amenazas y peleas, sabiendo que su hermano le mataría a la menor ocasión, Jacob, realizó la siguiente estratagema para que, si llegara a asesinarle, éste nunca pudiera salir de la isla: Entre las personas elegidas para caer en la isla en la siguiente ocasión, habría algunas especialmente seleccionadas para sustituirle en sus labores de vigilancia y protección.
Y así fue. Cuando el avión se estrelló, entre los supervivientes se encontraban algunos de los candidatos a sucederle. Una buena jugada de no ser porque el hermano, al tanto de esos planes, conocía la identidad de los elegidos y los necesitaba para poder salir de la isla.
Próximo Capítulo: ¿Pero esto no era una isla desierta? ¡Aquí hay más gente que en la cola del Inem!