miércoles, 26 de octubre de 2011

ESTO ES JALOGÜIN… (y aquí hay que mamá)

Por tercer año consecutivo –y solo llevo tres ejerciendo– un alumno más o menos despistado se me acerca y me pregunta: “Maestro, ¿y nosotros en lengua vamos a hacer algo para jalogüin?”
Resulta complicado explicar a un adolescente zampamacdonals que, en España, más que “decorar” calabazas hemos sido siempre de comerlas (en puré, guiso –permítanme que suspire un segundo pensando en ¡¡Esa Berza de Habichuelillas Verdes con Calabaza que hace mi madre!!–, o simplemente tostando sus pipas), que para disfrazarnos y salir de pitorreo tenemos el Carnaval, y que con los políticos catalanes al acecho y los resultados del informe PISA sobre la mesa… tampoco es plan de ir perdiendo el tiempo en la ESO, en clase de Lengua Castellana y Literatura, dibujando murcielaguitos.
 
Aunque siempre he tenido buenas relaciones con los miembros (y miembras. De hecho, más con las miembras) del Departamento de Inglés, siempre he visto con algo de recelo este “buenrollismo” que se gastan con sus alumnos con respecto a la celebración de esta “festividad” extranjera que, año tras año, comienza a abrirse paso y hacerse un hueco en nuestro calendario… arrinconando y relegando a un próximo olvido a dos de nuestras fiestas patrias de mayor abolengo: difuntos y tosantos (fiestas, dicho sea de paso, bastante rancias y carentes de glamour)
Siguiendo la estela –más que el camino– de esta acción, en su día estudié las posibilidades de acercar al alumnado las bondades de la festividad española de los difuntos, (tan influenciada por cierto halo católico-apostólico-romano), así como la tradición literaria nacional vinculada con esta fecha (no sin dejar de tratar, como marca el decreto, contenidos de la cultura y folclore andaluz), a través de alguna leyenda de Bécquer o simplemente introduciéndoles en el (tan típico) mito de Don Juan.
Y aunque debería de haberlo intuido simplemente a partir del contraste: chucherías de jalogüin frente a “huesos de santo”, los resultados no fueron tan satisfactorios como esperaba: “Muy bien maestro… pero… ¿cómo se decora la clase con eso? ¿Y al final de qué nos disfrazamos?”
En mi guerra particular contra esta fiesta, acababan de ganarme la primera batalla: imposible luchar en igualdad de condiciones con “los de Inglés” en esta fecha.

Desde entonces, no he cejado en mi intento de convertir Lengua Castellana y Literatura (uséase, Castellano o Español) en una asignatura con su “momento guay en clase”:
Lo intenté con la Fiesta de la Constitución, pero no da para mucho. Si al menos se celebrara la de 1812, se podrían hacer actividades en torno a “dar caña al gabacho”, “la quema del Napoleón”… aunque no sé qué opinión les merecería a “los de Francés”.
La de Andalucía es una fiesta muy trillada aquí en Andalucía, por no decir que casi todas las áreas tendrían su parte de “momento buen rollo”… y el protagonismo debería ser nuestro, de “los de Lengua”
Después de mucho pensar… llevo tiempo ideando acciones para la Hispanidad (¿cuándo mejor?): en lugar de calaveras, carabelas; en lugar de arañas y murciélagos, los escudos de Castilla, Aragón, Granada y León; en lugar de vampiros, hombres lobo, momias, brujas y zombis… Pinzones, Colones, Rodrigos de Triana, Isabeles Católicas y aborígenes varios. Y muchas chucherías. Y disfraces.  Y perder, digo… invertir tiempo en decorar la clase. Lástima que la fiesta caiga antes de jalogüin y las ganas de hacerla me entren “a toro pasao”.