No creo en el destino, mucho
menos en el azar, pero hay situaciones que sólo pueden explicarse poniendo
alguno de estos conceptos en juego. Llámalo destino, llámalo azar. La cuestión
es que, sin saber cómo ni por qué, me
encuentro entre rejas.
Aquellos que descartan estos dos
factores suelen acudir a dos tipos de razones para explicar las causas por las
que he venido a parar a este sitio. Por un lado hay quienes hablan de un
posible origen genético (herencia, predisposición), los que atribuyen todo al
funcionamiento del cerebro, (fundamentalmente, mi psique), los que (en último
término) creen que (mi organismo y/o yo) somos únicos culpables de mi
situación.
Desde un principio acepté (no sin
resignación) aquellas características negativas de mi físico así como las derivadas
de mi mente, me hice plenamente consciente de mis limitaciones y, lejos de
hundirme, intenté sacar el máximo provecho de estas restricciones. No creo que
estos factores hayan sido “determinantes” en mi situación.
Por otro lado están los que
externalizan el origen de todo al contexto, al medio que nos rodea, social, cultural,
geográfico, económico, familiar… Después de interminables jornadas de
reflexión, soy más partidario de esta forma de explicarlo todo. No me
desentiendo de la parte de culpa que pueda albergar, tan sólo pienso que (en
mayor o menor medida) me podría encontrar influenciado por algún elemento
externo. Sonará a excusa barata, pero “si no hubiera nacido y crecido donde
nací y crecí… no me encontraría donde me encuentro ahora mismo”. Así de fácil y
de radical, así de lógico cuando se para a mirar mi historial.
No obstante, la cuestión es que
me encuentro encerrado. Y lo que más me preocupa, no tengo idea de por qué ni
desde cuándo. Si echo la vista atrás, todos mis recuerdos incluyen estos
gruesos barrotes que segmentan mi visión del mundo.
Tengo miedo de pensar que mi
reclusión sea, además de física, psicológica. Que esta situación haga que me
encierre y no salga de mí mismo, que me pierda en mis pensamientos. Aunque sé
que sin luz no podría vivir, me aterra que la oscuridad se apodere de mi alma,
que acabe por apagarme.
Sé que toca ser fuerte, no debo
desfallecer. Desconozco mi delito y mi condena. Ignoro quiénes me han traído
aquí, a qué clase de designios responde mi situación. Me rodea un vacío
existencial repleto de interrogantes. Sólo tengo claro que me asfixio, que necesito
respirar aire puro, que quiero salir de aquí. Y mi única esperanza reside en la
extraña, azarosa y frágil certidumbre de que mi crecimiento personal es el que
me hará libre… Mi crecimiento personal… necesito alimentar mi vida interior.
Mi crecimiento personal... Necesito alimentar mi vida interior....
"Mi crecimiento personal... necesito alimentar mi vida interior..." |