martes, 16 de febrero de 2010

SIEMPRE QUISE SER GUITARRERO

Si me hubieseis preguntado (con motivo del post aniversario) cuál es una de las mayores frustraciones de mi vida, hubiera respondido: aprender a tocar la guitarra española.

Se habla mucho de la extraña e incomprensible falta de habilidad y destreza de los españoles a la hora de estudiar idiomas (generalmente inglés): la eterna promesa de cada nuevo año, los cursos que se inician (por fascículos, presenciales, virtuales) y se dejan a medias, el cíclico auge-declive de las academias de idiomas… Ni Muzzy, los Lunnis, o Rosa Iglesias (asesora pedagógica de CCC)… ni siquiera el profesor Maurer (y su método de 1000 palabras) se lo explican, pero es así. Hasta que no nos implanten un puerto USB en el cerebro… aquí el inglés únicamente será dominado por esa rara avis de ejecutivos, deportistas de élite, y maestros y profesores de inglés titulados. ¡Ni los presidentes de nuestro país lo chapurrean de forma mínimamente decente! Pero no nos desviemos.

Lejos de preocuparme mi escaso dominio de cualquier idioma (incluido el español), si algo remuerde mi conciencia y me corroe por dentro es el no haber sido lo suficientemente decidido, constante y espabilado en su día como para aprender (al menos) las nociones básicas para manejar este instrumento. No es que crea que pudiera haber tenido una carrera musical, pero sí que ahora no tendría esta “espinita”.

Hoy, con la crisis de valores, identidad y futuro de los jóvenes y adolescentes, y sobre todo con el auge de las nuevas tecnologías, la “spanish guitar” no es lo que era. Su papel de aglutinador social, cohesionador de grupos e instrumento para la diversión (y en algunas ocasiones, incluso para ligar) recae hoy en las videoconsolas (ps2, ps3, psp, ds, xbox, wii…) y todas las miradas se dirigen a la tita teuve.

A mi esta moda me pilla a traspiés. Pertenezco a una generación sin identidad que creció entre las veladas con una guitarra cantando a la luz y el calor de una fogata y las tardes-noches “dándole a la play” en la casa de fulanito. Y mis dedos porrones dan buena cuenta de ello al carecer de la flexibilidad necesaria para tocar acordes (Acordes, qué gran canción de los Pecos) y de la rapidez de reflejos para correr, recibir el balón y dar un pase corto con la “x”.

Los adolescentes me consideran viejo por decir “walkman” al “ipod” ¿Qué dirían de mí si les explicara que en las reuniones el que más ligaba y al que más se acercaban las chicas era al de la guitarra, que con la guitarra española se hacía música sin enchufarla o que no era necesario poner el singstar para cantar?


El pasado fin de semana, poseído por el espíritu consumista y dispuesto a acabar con este trauma (al menos en parte), me compré el pack GuitarJirou (con juego y guitarra de botones) para la play.

Cuando abrí la caja, todo se iluminó: ahí estaba, la guitarra, lo que me faltaba para acabar con ese episodio oscuro de mi pasado… lo que me faltaba para ser un friki completo. Todo cambiaría.

A la media hora aún no sabía bien como iba aquello, a la hora apenas conseguía seguir el nivel fácil. A las dos horas me sorprendía guitándole a la tele: “¡Más despacio!” A las tres horas iba buscando las canciones más melódicas a ver si con las lentas la cosa iba a mejor. A las cuatro horas comencé a seguir un pequeño dolor en la mano izquierda. A las cinco horas descubrí que había una opción para ir cargando y liberando canciones (“modo historia” se hace llamar) y apagué. Por supuesto, de cara al exterior, todo maravilloso.

A la mañana siguiente busqué una víctima con la que cargar toda mi frustración: un duelo “a cara perro” con mi hermana, que no había manejado esto en su vida. Era el momento de poner sobre la mesa lo poco que hubiera sacado. La víctima perfecta. Los dioses estaban de mi lado. En la primera partida le saqué casi mil puntos (y eso que no quería ir de sobrado) En la segunda me ganó por paliza (“Me he dejado para que no te enfades” –le dije– “y apaguemos esto que nos están esperando para comer”)


Si me hubieseis preguntado (con motivo del post aniversario) cuál es una de las mayores frustraciones de mi vida, hubiera respondido: aprender a tocar la guitarra... como los scouts en sus fogatas.

2 comentarios:

JAVB dijo...

¿Entonces tú crees que no nos comiamos una rosca por no saber tocar la guitarra?. Vamos, pregunto.

Yo intenté aprender...como intenté tantas otras cosas que quedaron en eso, en intentos. Y debo confesar que mientras rasgaba las cuerdas,no dejaba de visualizar vaginas abiertas.

Patapalo dijo...

...Scouts...

Oyeme, pero entonces la de la lágrima en la arena de Peret tampoco sale en el Guitar Hero??? ... pues yo no lo acabo de ver eso.