domingo, 7 de marzo de 2010

BAEZA Y ÚBEDA: TRÍPTICO DE UN VIAJE (I)

POST PRIMERO: EL CONCEPTO DE BELLEZA

Según la RAE en su edición online, belleza es toda aquella propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual, que existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas. Concretamente, cuando se refiere a belleza artística, nos indica que es la que se produce de modo cabal y conforme a los principios estéticos, por citación de la naturaleza o por intuición del espíritu.

Por razones topo, oro y geográficas, a lo largo de toda mi vida, el concepto de belleza paisajística ha estado íntimamente relacionado con la naturaleza y los colores: Patios de blancas paredes repletos de mil una flores, macetas de geranios y verdes rejas (mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, escribía Machado) El olor a sal de las playas de arena fina, los mil y un tonos de azul del mar fundiéndose con el cielo en el horizonte (el mar, la mar, el mar. ¡Sólo la mar!, Alberti) Los jardines, campos, bosques, montes y sierras (verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. Lorca) La mezcolanza romana, árabe, cristiana de monumentos, edificios, restos…

Estampas de una infancia y adolescencia que chocaron de lleno con el patrón de belleza existente en las ciudades de Úbeda y Baeza.


Mi primera impresión fue que habíamos salido de Andalucía: el tiempo no acompañaba (habíamos llegamos en medio de un temporal. Lluvia, cielo gris, aire, fresquito…), en las calles se respiraba cierto aire de sobriedad (a juego con el conjunto histórico) y el centro de la ciudad resultaba solemnemente monumental.

Más tarde vi la luz, o mejor dicho, la piedra: la clave estaba en la piedra. Me encontraba en medio de un gigantesco museo arqueológico al aire libre dedicado a la arquitectura, en el que podría disfrutar de un amplio catálogo sobre el renacimiento español: casas, palacios, hospitales, iglesias, capillas… El interés residía en los monumentos dispuestos a nuestro alrededor, en su historia, en su majestuosidad, en su conservación… en la piedra.

Tan solemne conjunto histórico–artístico despertó una gran duda: ¿Por qué la existencia y disposición de “tanta piedra” hace que la gente considere al pueblo bonito?

No es que no me gustase aquel lugar (que me gustó), no es que no me impactase (que me impactó) lo bien conservado y limpio que estaba todo… a pesar del plan E, no es que no me pareciese bonito y bello (que me lo pareció), pero no puedo evitar preguntarme qué razones son las que llevan a la Unesco a considerar a Úbeda y Baeza Patrimonio de la Humanidad y no, por ejemplo, al conjunto de los Pueblos Blancos de la Provincia de Cádiz o a la Playa de Bolonia.

No dudo de la importancia histórica de cada monumento y de lo vital de su cuidado y preservación, pero, más allá de lo que piensen los profesionales del arte y los de la enseñanza del mismo… ¿cuántos de los que pisamos las tierras de Úbeda y Baeza somos capaces de apreciar mínimamente la belleza e importancia de lo que contemplamos al pasear por sus calles? ¿Cuántos estamos preparados o capacitados para comprender lo que, autores como Vandelvira, hicieron, quisieron decir y representaron en los edificios que en esas ciudades construyeron? ¿Cuántos podemos considerar estas obras como artísticamente bellas atendiendo al significado de la RAE?

Adolfo Domínguez pronunció “La arruga es bella”, la Unesco dijo que lo era la piedra.

2 comentarios:

JAVB dijo...

Pongamos el acento en Baeza, pueblecito del que vive Úbeda. übeda la esotérica...

Patapalo dijo...

... y por qué carajo no vi un solo rastro de Sabina en todo Ubeda??? luego recorde que el tipo nació allí