lunes, 16 de julio de 2012

Deshumanización política (y II)

"APLAUSOS" 

“Ayúdame Obi-Wan Kenobi. Eres mi única esperanza.”(Star Wars. Episodio IV)

Ser profesor se resume principalmene en dos funciones: enseñar y evaluar. Podemos decir que la primera es la más conocida y gratificante: te preparas unos contenidos, buscas la forma idónea para transmitirlos y finalmente los pones al alcance del alumnado y los guías de manera que ellos vayan construyendo su aprendizaje. Sin embargo, la función más importante y menos grata de la profesión es la evaluación. O lo que es lo mismo, valorar en qué medida un alumno domina la asignatura (¿Qué y cuánto ha aprendido?).
No resulta sencillo evaluar. Y menos cuando conoces al alumno y sus circunstancias personales (físicas, psíquicas, emocionales), familiares, sociales, culturales, económicas... En cierta manera, con las notas se perfila el camino que el alumno va a recorrer en su vida, y en determinadas etapas estos numeritos lo mismo abren que cierran puertas (acceso a becas, nuevos estudios, repetir curso...)
Resulta lógico por ello que en la entrega de notas, sobre todo cuando el boletín encierra malas noticias, la actitud del profesor sea seria, sobria, profesional, empática... (La empatía es una cualidad que nos hace humanos: ponerse en lugar del otro, escucharle, tratar de comprender sus pensamientos, sus sentimientos...) De esta manera puede parecer inconcebible que el claustro aplauda al maestro al entregar las notas, abuchee al alumnado por sus resultados, o que simplemente el profesor de matemáticas se asome al aula  y grite "¡Que se joda!"
Hablo como docente, pero imagino que lo mismo ocurrirá a quienes ejercen la medicina cuando comunican un diagnóstico, a jueces y abogados cuando se emite un veredicto... a todos aquellos que tienen que dar la cara en su trabajo en circunstancias desagradables. Responsabilidad profesional.

No es fácil dar malas noticias, o al menos no debería ser fácil. Y sin embargo...
Nunca hemos estado tan lejos de este principio como en los últimos años. La mofa y el escarnio están a la orden del día. Y cuanto más hiriente, mejor. Programas de tv especializados en burlarse de los demás, personas que cobran por humillar públicamente a otros... y que, en contra de toda lógica, son venerados por las masas. Parece ser que la última moda consiste en reirse y regodearse de los demás y de sus desgracias.Una moda que traspasa las pantallas y se ha acomodado entre la clase política nacional.
Quizás por ello no me ha sorprendido tanto (como entristecido) el episodio vivido el pasado 11 de julio en el Congreso de los Diputados: Los sonoros aplausos que acompañaron al presidente de España tras anunciar una buena lista de recortes.

Podría debatirse largo y tendido acerca de la causa o destino de esa gran ovación (¿De verdad eran necesarios? ¿Qué se pretendía con ellos? ¿Podrían haberse evitado? ¿Estaban ensayados? ¿Quiénes participaron?...) pero el problema es mucho más profundo:

Algo marcha mal en un sistema donde estúpidos orgullos partidistas y afanes revanchistas se imponen a la cordura, la madurez y a la responsabilidad que contraen ciertos cargos (y personas). Por lo que se puede observar, nuestros políticos (en general) han perdido el norte, han olvidado a quiénes sirven, para quiénes trabajan. Esto puede explicar, no solo justificar, los bochornosos espectáculos que nos brindan en la cámara a la mínima ocasión: Ahora han sido aplausos a uno de los mayores recortes económicos de nuestra historia reciente, pero otras veces hemos podido asistir a abucheos, descalificaciones, gritos, jolgorios...

Disponemos de una turba de ególatras consentidos jugueteando con el destino de un país, ocupando el lugar que correspondería a una casta política. A una auténtica casta política: personal responsable, preparado, consciente de que todo lo que hace influye directamente sobre los ciudadanos.
Han olvidado la decencia, la seriedad y el decoro que su labor exige porque, simplemente, se sienten más realizados y poderosos ignorando que es el pueblo quien les ha colocado donde están... y quien puede quitarles de ese sitio."Clase política" que se ha desentendido de las repercusiones que conllevan todos y cada uno de sus actos, de la importancia que tienen sus palabras...
Actúan como aquellos antiguos dioses que habitaban en el Monte Olimpo, que hacían y deshacían a su libre voluntad, jugando con los destinos y vidas de los mortales mientras los ciudadanos se quejan, lamentan y comienzan a movilizarse al verse maltratados y humillados por sus "dioses" (Yo incluso rezo para que los "viejos titanes" no despierten...)

Nos encontramos en un momento especialmente delicado. Los continuos sacrificios del pueblo, lejos de venir acompañados por otros de la élite política, se "premian" con gestos y actitudes de desidia general que, o comienzan a cuidarse entre nuestros gobernantes o, mucho me temo, podría costarles algo más que el puesto.

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