jueves, 6 de agosto de 2009

Tras el estruendo, la sorpresa y el consecuente caos, las cámaras del estudio encontraron el objetivo entre el público. De pie, impasible, y con una pistola en la mano, sabiéndose dueña de la situación dijo con gran serenidad:
- “Bueno, se acabaron las pamplinas. Ahora vamos a ver algo realmente interesante en este programa.”

ÉTICA FARMACÉUTICA

dispensar.(Del lat. dispensāre).
1. tr. Dar, conceder, otorgar, distribuir. Dispensar mercedes, elogios.
2. tr. Expender, despachar un medicamento.

Aquellos medicamentos, los productos de alimentación infantil, la máquina que pesa y mide la altura, el timbre que sonó a la entrada, la dependienta con bata blanca y chapita con su nombre… no había lugar a dudas, estaba en una farmacia.
Se había preparado meticulosamente para no ser reconocida, llevaba tiempo en la esquina esperando la ocasión para entrar sin tener que esperar turno, y eso que sólo iba a comprar un producto. Un simple y común objeto de los que se adquiere en la farmacia. Pero toda preparación era poca, nadie tenía que saber quién se ocultaba bajo la peluca y las gafas de sol.
- “Buenas tardes”– dijo, intentando disimular su acento– “Quisiera comprar…”
- “¿Cómo?”– la dependienta interrumpió bruscamente.
- “Mmmm...” – extrañada por la reacción, reformuló lo dicho – “Venía a que me vendiera…”
- “No. Lo siento, pero no. Aquí no vendemos. No somos un supermercado y no soy una dependienta. Esto es una farmacia y yo soy una licenciada, una farmacéutica titulada. Aquí no se vende, se dispensa”
- “Bueno, vale”
– cortó en seco. No quería entrar en polémicas. No tenía tiempo. Ni ganas. Sólo comprar y salir, comprar y salir. – “Pues me gustaría que me dispensase…”
- “Se creen que esto es una tienda normal y no es así. Aquí somos conscientes de que nuestros productos, mal indicados, recetados, utilizados pueden afectar seriamente a su salud. La automedicación, el “mi vecino me aconsejó” y el (por qué no decirlo) el poco conocimiento de los médicos (que no tienen idea de recetar) son motivos más que suficientes para no dejar de lado nuestra responsabilidad como farmacéuticos. Aquí nos aseguramos de que el paciente sepa qué se lleva, para qué sirve, cómo lo va a utilizar, qué contraindicaciones tiene... Porque, en una dosis inadecuada, una contraindicación, una simple alergia, puede estar el estrecho margen entre la cura y la muerte. Un ansiolítico no puede venderse como si fuera un tomate. ¿¿Realmente está usted segura que, el producto que busca sirve para lo que necesita??”
Tras estas palabras se hizo brevemente el silencio. Y en este pequeño instante, se estudiaron mutuamente. Su primera intención era mandarla a paseo, la segunda salir de la farmacia dando un sonoro portazo. Sin saber cómo, y con una serenidad pasmosa acercó su cara a la de la dependienta y dijo:
- “¿Sería usted tan amable de dispensarme una caja de preservativos?”
Pero la sangre que le hervía no tardó en hacerla reaccionar, y volviendo a la posición inicial exclamó:
-“Eso sí, después de decirme qué contiene la caja, para qué sirve, cómo se utiliza, las contraindicaciones y quedarte uno para que te den por culo. ¡¡¡Que sólo vengo a por condones!!! ¿¿Me entiendes?? ¡¡Sólo quiero condones!!”

EL CURIOSO CASO DEL CIRUJANO PLÁSTICO DE MICHAEL JACKSON

(…) No resulta fácil ser quién soy. Todos estos años de enorme sacrificio, tantos años de esfuerzo y trabajo para pagarme los estudios, salir adelante en la vida, poder llegar a convertirme en alguien importante, ser uno de los más insignes profesionales en mi terreno… Y, cuando llego a la cumbre, sucede todo esto.
A pesar de todo el éxito cosechado, de los grandes logros alcanzados, llevo media vida sufriendo una terrible penitencia. Penitencia que, si bien más o menos se intentaba superar, ahora ya queda grabada para los anales de la historia.
Por mis manos han pasado multitud de personas, cientos de estrellas han acabado con sus complejos e imperfecciones gracias a mí. Puedo decir que, como Dios, he hecho a los principales hombres y mujeres, a medida y semejanza de sus mejores sueños. Pechos, nariz, mentón, pómulos, caderas, manchas de piel, cabello, orejas, labios, pigmentación… No hay límites en una operación cuando no lo hay en la billetera.
Y, ¿cómo se me recordará? ¿Por qué obra seré inmortalizado? Para la eternidad seré el cirujano plástico de Michael Jackson, el hombre que lo convirtió en… el humanoide color parduzco con mascarilla negra aclamado musicalmente como “El rey del Pop”.
Reconozco que aquella primera vez que vino a mí no estaba muy inspirado, y que, a pesar de las continuas intervenciones para mejorar su aspecto y calidad de vida, los resultados no fueron muy satisfactorios. Pero… ¡¡hay tanto que no se sabe de él, de su vida, de su sufrimiento, de su piel…!!
Ahora que todo ha acabado para él, no me siento capaz de hacer frente a mi lugar en la historia.
Por eso acabo con todo, doy carpetazo a mi vida y marcho tranquilo adonde el destino quiera llevarme. Emprendo un viaje sin retorno no sin, antes, enmendar un error cometido en España hace unos años. Un anónimo infortunio para la sociedad pero que, con el tiempo, puede enturbiar aún más la imagen que existe de mi (…)


Dejó de leer y devolvió aquella nota comisario. No iba a ser más que una entrevista de rutina, unas simples preguntas para oír lo que ya sabía: El cirujano no tenía nada que ver con el posible asesinato del cantante.
No había aclarado nada y ya tenía otra madeja que desliar en sus manos.
- “España…” – pensó – “Después de todo, no viene mal un cambio de aires”
Tres grupos de investigación ya se ocupaban del caso del cantante, y ocasiones así no se presentaban a menudo. Se volvió al comisario y le preguntó:
- “¿Tenemos jurisdicción en México?”

PALABRAS PARA ALEX

Existen muchos tipos de cantantes, y muchos tipos de cantautores. Desgraciadamente en nuestro país, entre todos, es el cantante-llorica el que más éxito viene cosechando, hasta casi haberse convertido en una “insignia nacional”. Auténticos expertos en pregonar sus desgracias e infortunios amatorios, sus vivencias de desamor, sus miserias sentimentales…
Una estirpe que, como la mala hierba, a medida que crece, eclipsa y acaba con todo lo bueno de nuestra música: cantautores comprometidos con la realidad social, cultural y política de España y con los que, en cierta medida, tenemos una gran deuda por su capacidad y lucha para abrir y despertar mentes.
Son la gente como tú la que está matando la música. Nos decís que lucháis por salvarla, acusáis al pueblo de acabar con ella mediante las descargas, decís que carecemos de cultura musical… y después atentáis contra el buen gusto y la dignidad musical con discos de tercera categoría repletos de canciones edulcoradas, banales y sensibleras: productos de consumo que, sin posibilidad de trascender o de ser mínimamente recordados, se perderán para siempre en la historia.
Aquí tengo tu último cd. Por cierto, ¿no tenéis el más mínimo interés por hacer una portada decente?, ¿una simple fotografía… y ya está? Ni siquiera estáis a años luz de hacer una portada interesante.
Aunque no lo creas, esto me va a doler más a mí que a ti. Cuando ahora te mate, con tu vida finalizará todo. Dejarás de sufrir. Se acabará la tortura mental en la que te encuentras y a la que sometes a quienes te escuchan y padecen. Porque, querido Alex, sólo a una persona torturada pueden salirle este tipo de letras. Tal dolor, tal angustia, sólo puede manar de un alma agonizante. Esa voz apagada sólo puede salir de un corazón maltrecho como el tuyo. Mírate. Esa cara de pena… hasta sonriendo parece querer decir: “por favor, acaba con mi sufrimiento”. Si a un caballo con la pata destrozada se le mata para acabar con todo el dolor… ¿no es acaso un gesto humanitario lo que a continuación voy a hacer contigo?
Créeme: no notarás nada, yo soy quien más va a sufrir, y la sociedad quién lo agradecerá. Lo que no sé es si es demasiado tarde para que la música se reponga del estropicio que has armado y vuelva a ser lo que era.
Adiós, señor Ubago.

ARTISTA INVITADO

No era el escenario soñado. Ni el público deseado. Pero el dinero es lo que cuenta, y el contrato firmado con la cadena de televisión exigía que la promoción del nuevo disco se hiciera en los programas “de la casa”. Entre ellos, aquel circo mediático en el que famosillos de tres al cuarto se ponían verdes y gritaban quién se había acostado con quién. Gente sin estudios ni preparación se llenaba los bolsillos chillándose y despotricando de terceras personas, mientras él apenas cubriría los gastos del lanzamiento de su tercer disco con los playbacks que haría para aquella cadena.
Después de más de media hora esperando, tras una discusión sobre la enésima novia de un chupóptero vivalavida, llegó su turno. En teoría, un par de preguntas sobre el disco y el primer sencillo extraído, mover los labios siguiendo la canción, saludar tras los aplausos y se acabó. Y como el primer día que se colocó detrás de un micrófono, tenía los nervios a flor de piel. Aunque, en esta ocasión, no se debían exclusivamente a la actuación.
Aplausos. Comienza la cuenta atrás. Se oyen las primeras notas de la canción y cierra los ojos. Empieza el espectáculo.
De repente, un fuerte sonido irrumpe en el plató. El tiempo se para. Tras el estruendo, la sorpresa y el consecuente caos, las cámaras del estudio encontraron el objetivo entre el público. De pie, impasible, y con una pistola en la mano, sabiéndose dueña de la situación, una mujer mayor, de unos setenta años dijo con gran serenidad:
- “Bueno, se acabaron las pamplinas. Ahora vamos a ver algo realmente interesante en este programa.”
Lejos de cortar la emisión, los productores decidieron sacar tajada de aquel incidente intentando hacer que el presentador tranquilizase a la mujer, curiosamente, la única serena en el plató.
- “Ahora que he captado vuestra atención me gustaría, en nombre de todas las amas de casa de este país, dar un beso a Belén Esteban. Ella es el ejemplo de la fuerza desgarradora y el empuje de una luchadora, de una mujer, de una madre”
Los invitados miraron todos a la diva esperando su respuesta, pero “la Esteban”, no reaccionaba viendo cómo aquella mujer bajaba las escaleras hacia ella. El presentador, en un intento de aparentar que llevaba las riendas y bajar un poco la tensión reinante, hizo de tripas corazón y medió en el saludo que tenía lugar: “Esto sólo aquí, en su televisión amiga, en directo para toda España”. La tensión podría cortarse con un cuchillo. La frialdad fruto del miedo y la desconfianza de la rubia de Telecinco contrastaba con la ilusión y la alegría de la mujer de la pistola.
- “Este es el momento más feliz de mi vida. Llevo años soñando con esto, con poder conocerte en persona, saludarte y poderte dar un abrazo. ¡¡Estoy con Belén Esteban!!” – la mujer iba dando rienda suelta a su felicidad, un sentimiento que la embargada y se apoderaba cada vez más de ella.
Aquel era el momento. Después de aguantar durante tantos años a tanta morralla televisiva, a horteras más putas que las gallinas, a inmigrantes que se acostaban con la primera momia folklórica que pillaban… éste era su momento. Quizá poder pasar a presentar un programa más decente, algo más serio, a lo mejor… ¡¡la radio!! Sólo tenía que explotar el alma sensiblera de aquella anciana un poco más, lo suficiente para que soltase o aflojase la pistola y podérsela quitar… Así que se dirigió a su cámara:
- “Señores espectadores, sólo aquí, sólo en nuestra cadena, los sueños pueden hacerse realidad. Sólo tienen que pedir y sus sueños se harán realidad” – tras esto, se acercó a aquella mujer emocionalmente desarmada – "Señora, toda España está con usted ¿cómo se llama? ¿De dónde viene? ¿Qué le parece Belén ahora que la conoce? ¿Desde cuándo la viene siguiendo? ¿Qué le gustaría pedirle?...”
Completamente extasiada, la seguridad que había mostrado se diluía en el conjunto de emociones del momento: “Bueno… no sé… yo ya estoy más que satisfecha… a lo mejor… no sé… me gustaría saber qué guarda en su bolso una mujer tan entregada como Belén…”
- “El bolso ¡aquí! ¡ya!”- dijo fuera de cámara a uno de los ayudantes que, nervioso y fuera de si por todo lo que sucedía, a su vuelta al estudio tropezó con un cable y cayó, desparramando por el suelo todo el contenido del bolso.
Algo que pasó de largo ante los ojos de todos los que estaban en el plató, que creyeron que era una cajetilla de tabaco no lo fue para la mujer que, de la sorpresa pasó rápidamente a la decepción, y de ahí a la tremenda decepción, cuando identificó la caja de preservativos.
Con lágrimas en los ojos levantó la pistola y apuntó a la dueña de las pertenencias sueltas por el suelo: “¿Preservativos? Preservativos… ¿Cómo puedo adorar a una mujer que lleva preservativos en el bolso como una vulgar ramera? ¿Cómo puedes? ¿Por qué?”
Disparó. La bala le atravesó el hombro y cayó al suelo. Todo previsible de no ser porque la mujer disparada era la que apuntaba a Belén Esteban y, porque al otro lado del plató, Alex Ubago permanecía con el brazo extendido y una pistola en la mano.
Demasiadas emociones en tan poco tiempo, el silencio era sepulcral. En el escenario donde habría actuado de no ser por la mujer que se retorcía y quejaba en el suelo, estaba impertérrito. Las cosas no habían pasado como le dijeron. Nadie le habló de la puta vieja de la pistola. Ahora tendría que intentar improvisar para conseguir hacer lo que debía.
- “Aunque nadie me crea, no era mi intención dispararle, señora. Lo que pasa es que ha ido a escoger un mal día para intentar matar a Belén Esteban. Me temo que hoy quien va a matar a la Esteban soy yo” – con la inexpresividad que le caracteriza sacó un papel del bolsillo, lo abrió con la mano que tenía libre y comenzó a leer – “Belén. Lamento el crimen que te hice. Aunque los pechos no salieron mal del todo, me duele pensar y saber que, por segunda vez en mi carrera, hice un mal trabajo cuando quise reconstruir tu rostro. Un error irreparable que pienso borrar… aunque sea a través de otra persona.”
Dejó caer el papel, miró a su víctima a los ojos y dijo: “Lo siento Belén. Eres tú o yo.” Acto seguido, pulsó el gatillo tres veces.

EPÍLOGO

Sin duda era lo último que oiría en la vida –“Adiós, señor Ubago”– pero, impulsivamente, estiró los brazos hacia su verdugo: “¡¡Un momento!!”
Esperó la muerte unos interminables segundos y, cuando vio que no pasaba nada, intentó recuperar el aliento antes de hablar: “¿no hay nada que puedo hacer para que no me mates?”
- “Podría decirte que dejes de cantar. Pero… ahora que lo pienso, tengo cierto encargo que, quizás, una persona como tú podría realizar…”

3 comentarios:

JAVB dijo...

Estoy rozando la esquizofrenia: ¿cómo es posible que alcance a asimilar algo acerca del lenguaje, la técnica y la estructura de "Mientras Agonizo", de William Faulkner, y no sea capaz de entender UN CARAJO de este post?
¡¡¡Dios, dáme fuerzas!!!
Prometo volver a leerlo mañana

JAVB dijo...

A ver si me aclaro:

La del principio disfrazada que compra condones es en realidad Michael Jackson. El cirujano de éste, un tal Alex Ubago, es a su vez el autor de la letra "Mi pequeño del alma, con su piel de canela", de Isbel Pantoja. Creo entender que Isabel va a un plató y mata a Belén Esteban, en un programa en prime time presentado por un tío que piensa ir a México, en donde no tiene jurisdicción para arrestar a Makelele.
Total, que la farmaceutica es la culpable de que Ubago, que salió de allí sin preservativos, matase a Jackson en claro complot con la Esteban
¿Verdad?. Pues eso, que me quedo mejor

Patapalo dijo...

......................................................... y...¿en esta no salen Espartanos?