
Quienes nos criamos viendo las aventuras de Espinete y compañía después de salir del colegio -mientras comíamos un delicioso bocata de nocilla- sabemos que gran parte de los conflictos y problemas ocasionados por los jóvenes de hoy se deben a la ausencia de modelos televisivos como los que tuvimos en nuestra infancia.
¿Qué Marco, Heidi y Candycandy eran moñas? Teníamos a Ulises 31, El llanero solitario y Mazinger Z para espabilarnos. Ahora, por las tardes, nuestros niños disponen de culebrones en la primera, bichos en la segunda y cotilleos en el resto de cadenas... ¡y dibujos a las siete y media de la mañana!
Tuve que dar un par de vueltas a la manzana para poder
asegurarme que, verdaderamente, estaba en el barrio. Nada parecía igual que antaño: habían cambiado el nombre de la plaza, un grupo de vándalos había destrozado los columpios, alguien había robado las jardineras, las fachadas estaban llenas de pintadas y de carteles de todo tipo, lo que fue la horchatería de Matilde hasta hace un año fue una inmobiliaria y ahora es un estudio de tatuajes, y la panadería cerró tras el triste fallecimiento de Chema.
Con el tiempo, aquel pequeño y entrañable barrio de la periferia había sido engullido por la gran ciudad, y sus vecinos hace años que se mudaron. Bueno, no todos. Curiosamente, Antonio y Matilde siguen viviendo en su piso.
Con el tiempo, aquel pequeño y entrañable barrio de la periferia había sido engullido por la gran ciudad, y sus vecinos hace años que se mudaron. Bueno, no todos. Curiosamente, Antonio y Matilde siguen viviendo en su piso.
- "Todo acabó con el final de la serie" -me comentó Antonio- "de repente fue como si de un día a otro el barrio envejeciera diez años. No lo pasamos bien, nadie se interesó por nosotros... todo lo que habíamos hecho y trabajado no sirvió de nada ante la llegada de nuevos modelos: Yupi y Astraco, los Tweenies, Teletubies, Lunnis..."
-"Nuestros niños se hicieron mayores, y con su infancia, se marcharon muchos de los vecinos: Julián se fue a vivir con una de sus hijas al pueblo, Ana encontró un trabajo en Barcelona, Ruth se hizo actriz..." -apunta Matilde- "...Ruth. Con tanto juego, canciones y demás no le dimos especial importancia a sus inquietudes artísticas, pero cuando estrenó Días contados nos llevamos un shock bastante fuerte."
-"Hombre, Matilde, ya nos dijo la niña que sería una película fuerte y papel controvertido. Pero al final le sirvió. Ahora es actriz de teatro, está felizmente casada..."
Tan hospitalarios como siempre, me invitaron a una horchata ("Aún hago de vez en cuando, a mis nietos les vuelve locos") y me comentaron qué fue de algunos de los vecinos del barrio:
- "¿Espinete? Bueno... no llevó muy bien que los niños fueran creciendo y madurando. Cada vez pasaban menos tiempo en la calle y más en los estudios. Y ya conoces a Espi, tiene que ser el centro. Al final, animado por Julián se fue a vivir al pueblo con él. ¡De vez en cuando nos suele llamar por teléfono para contarnos cómo le va!"
- "Y sin Espinete aquí... don Pimpón no es que se deje ver fácilmente. Vino no hace mucho contando historias sobre el rey Caputín de Caputala y esas cosas cosas..."
Entre risas, canciones, anécdotas y batallitas, la tarde pasó volando. Recordamos con especial cariño a Chema y a Julián, "los que tenían al barrio unido", y antes de marcharme brindamos por una época que, si bien fue muy feliz, sabemos que no volverá.
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Porque... ¿existe hoy día un sitio en la televisión que pueda albergar a unos vecinos tan singulares y tan políticamente incorrectos?
Aceptémoslo, nuestros iconos y modelos a seguir posiblemente hoy no serían tan "socialmente aceptables":
Epi y Blas: Suponen la "cuota gay" de toda serie que se emite hoy día en televisión, pero adaptada a los ochenta. La mitad de las veces que aparecían estaban en la cama. Blas tenía un "rollito" bastante extraño con las palomas (¿colombofilia?), y de lo de Epi con el patito... mejor no hablar.
Coco: El encargado de enseñarnos conceptos como "delante-detrás" padece un serio problema de neurosis, una verborrea imparable y tics continuos... un profesor cuya actitud deriva en episodios psicóticos (poniéndose un casco, una capa y creyendo ser supercoco)
Conde Draco: Aparentemente, un personaje con un trastorno obsesivo, pero, profundizando un poco... esos gritos, esos alaridos, esos movimientos espasmódicos... ¿Llegaba al orgasmo a través de los números? Siempre nos quedará la duda.
Óscar: Un tipo que vive en un cubo de basura... un síndrome de Diógenes como una catedral.

El monstruo de las galletas: Un comportamiento bipolar que suele acabar con episodios de bulimia nerviosa. Obsesionado con los dulces y adicto a las galletas, tiene un serio problema de sobrepeso, la mirada perdida y una seria dificultad para articular oraciones sintácticamente correctas...
Juan Olvido y Clementina: ¿Cómo es que nadie ha denunciado a esta mujer que viste de vaquero al probre de su marido, (que bastante tiene con su alzheimer galopante)?
Gustavo: Una rana con gorro y gabardina... mmm... a unas gafas de sol de distancia de ser un exhibicionista en potencia.
Pepe Sonrisas: Posiblemente hoy día podría encajar muy bien en la televisión presentando algún programa de cotilleos...
Dicen que cualquier tiempo es mejor. Y posiblemente sea así, ya que, desde que dejamos de visitar este barrio, los programas infantiles que nos llegan no son más que caducos panfletos idiotizantes que tratan a los pequeños como subnormales.
¡Levantémonos contra los programadores! ¡Una televisión de calidad YA!
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