lunes, 25 de enero de 2010

AVATARES DEL CINE

Creía que los medios de comunicación exageraban, pero, mientras escribo, asisto como espectador a un encarnizado debate en la mesa de enfrente acerca de la película de la temporada. Sin lugar a dudas, ha calado. Y lo mismo da si es o no una obra maestra, si el argumento es Pocahontas futurista, si técnicamente es perfecta o si el que las salas en 3D sean más caras ha engordado las cifras de taquilla.

Avatar, es un fenómeno cinematográfico. Es a la década del 00 como Matrix a la de los 90: el broche de oro que demuestra que, ahora, el cine es (además del séptimo arte) el mayor espectáculo del mundo.


Y es que, diga lo que diga la crítica entendida (siempre peleada con la taquilla y con la prepotencia y creencia de estar siempre en posesión de la verdad suprema), el cine nació como espectáculo y entretenimiento, vehículo para la diversión y para el regocijo de unos espectadores que, al pagar la entrada, buscan escapar de su rutina.


Con independencia del sesudo, profundo, documental y de autor, hay un cine que llena salas, crea ingresos y mantiene la industria; un cine que hace posible la investigación, experimentación y desarrollo audiovisual; que permite el cultivo, la creación y fomento de películas intelectualoides y profundas, así como las inversiones de empresarios y productores en el mundo cinematográfico.

Bienvenidos a la fábrica de los sueños.

Nunca he creído en las posibilidades del 3D. Siempre me ha parecido un recurso con fecha de caducidad, limitado y sin futuro, y el reciente auge experimentado en los últimos años no ha variado mi opinión de ver esta moda como el “odorama” del siglo XXI. Una forma para mitigar los efectos de la piratería, de atraer a los espectadores a las salas… y poco más. Nada de lo visto hasta ahora me ha llevado a confiar en un formato tan limitado y carente de interés que apenas va más allá del par de sustos y escenas efectistas por película. Nada de lo visto hasta ahora… hasta ahora… hasta Avatar.

Porque no es un paso adelante, es un salto al futuro: no saca las imágenes de la pantalla, mete a los espectadores en la película (hablamos de conceptos como perspectiva, profundidad, volumen…); consigue clavar al espectador en la butaca durante dos horas y media que saben a poco, mantener la sala en el más absoluto silencio desde el minuto uno (lo que, hoy día, no es moco de pavo), y que nadie se plantee el “robo” que supone el pago de un suplemento de más de dos euros por disfrutar de una sala en 3D... y el alquiler de sus gafas oscuras.
Más allá de su débil guión, de la manida historia, de lo previsible de su desarrollo, de lo trillado de sus personajes y estereotipos… es historia del cine. Estamos ante un espectáculo visual cuyos precedentes pueden encontrarse en la introducción del sonido en las películas (como “El cantor de Jazz”, pasará a la posteridad más por su revolución técnica que por la calidad de su guión e interpretaciones) En unos años nos olvidaremos de gran parte de su argumento, de los nombres de los personajes, de la duración… pero nunca de la sensación que experimentamos al verla y disfrutarla en pantalla grande… en tres dimensiones.

Y bueno, peor era la historia de Titanic y nadie levantó la voz contra tan magnífico despropósito.

4 comentarios:

Juanan dijo...

Y escribe algo sobre La herencia de Valdemar...

Patapalo de los patapalo de toda la vida dijo...

... Matrix, Avatar y la Herencia Valdemar... (queremos ver a Bram Stoker en 3d)

Juanan dijo...

Unas de deportes, que te apasionan:

Al margen de las otras dos preguntas que te he hecho, y como especialista en F1, ¿ves a Schumacher campeón del mundo?
Y aunque no tengas ni idea, ¿a quién pondrías como acompañante de Xabi Alonso en el centro del campo del Madrid (o eres de los de un solo mediocentro)?¿Triunfá Benzema?

Por último: ¿qué coño te hizo a ti Nadal?. Por Dios, ¿por qué él? (hoy ha vuelto a lesionarse)

Juanan dijo...

Enmárquese el comentario anterior en el Post Aniversario