jueves, 14 de enero de 2010

LA REINA DEL STAND EN PALACIO DE LOS LIBROS DE AIRE

Se acabó. A no ser que la viuda se saque de la manga un cuarto volumen (cosas más extrañas hemos visto y vivido), adiós a Salander, Bloomfist, Zalachenko y compañía.

Tras el impactante final del segundo volumen, todo el mundo tenía curiosidad por saber qué sería de la protagonista, cómo continuaría la historia, en qué acabaría todo… Y Larsson no desilusiona a sus fans: a lo largo de 850 páginas teje toda una telaraña de personajes, intereses, situaciones, juegos de poder y subtramas que giran en torno a una Lisbeth Salander, cada vez menos enigmática e interesante (consecuencia de conocer ya toda su historia) pero igual de guerrillera y resolutiva.

La mejor baza del libro consiste en desarrollar una historia en el punto en el que acaba el resto de thrillers: las diferentes investigaciones por parte de la autoridad competente que intentan esclarecer qué hechos fueron los que ocurrieron, y que desembocaron el final de la novela (algo que sólo conocen los protagonistas), así como los diferentes intereses que se dan cita (unos quieren que se aclare todo… y otros no)

Lo peor: 850 páginas de las que, tranquilamente y sin entrar en profundidades, podrían eliminarse más de 300. Hablamos de subtramas intrascendentes, descripciones e historias irrelevantes de personajes secundarios, historias que no llegan a nada, un epílogo excesivamente extenso… Lo mismo que el tomo anterior… y de lo que ya hablé en el post “El lector que soñaba con una cerilla y un bestseller de menos de 200 páginas”


Ahora, una vez acabado todo, llegó el momento de “hablar en plata”: ¿Qué es lo que queda de todo una vez leídas las 2500 páginas de la trilogía? Pues la sensación triste y melancólica de que todo tendría que haber finalizado en el primer volumen. Cuanto más se ha profundizado en la historia y motivaciones de la protagonista, más han ido perdiendo las novelas. Cuanto más cercana y más humana se nos ha mostrado a Lisbeth Salander, más simple y tópico ha sido el camino seguido por las novelas. Este tercer libro es el claro ejemplo de ello. Ejemplo de los miles de "libros de aire" (con más aire que literatura) que reinan en las estanterías de las librerías... y que acabarán sus días olvidados por quienes los compraron, cogiendo polvo (y bastante sitio) en cualquier estantería de la casa.


Y tampoco merece la pena seguir escribiendo más sobre el tema.

1 comentario:

Juanan dijo...

Totalmente de acuerdo contigo. A mí, esta trilogía se me ha hecho un pelín larga, sobre todo por la sensación de que el autor abusa un poco de la vieja tecnica de estirar la historia como un chicle. Es un poco como Crepúsculo.
Disfruté muchísimo más con otros libros como "Los pilares de la tierra", "El código Da Vinci" (mucho más recomendable que "Ángeles y demonios"), "El Señor de los Anillos" (éste se me hizo cortísimo....pero cortísimo), o "El Alquimista". Pero bueno, los de Stieg Larsson no están nada mal.
Podemos un día votar sobre cuál ha sido el mejor libro de esta década, yo me he leído varios y puedo opinar. Votaría por uno poco conocido, pero excelente: "El vermut, los templarios y otras historias sobre osarios", de Liberty Valance.
Pero si hablamos de LITERATURA con mayúsculas, cualquiera del maestro Antonio Gala.