miércoles, 22 de julio de 2009

CRÓNICAS VIRTUALES DE UN SOLTERO A SU PESAR

Soltero, pasado de la treintena, sin piso, novia, ahorros, trabajo, cuerpo Danone… Y encima, ¡¡¡me pasan unas cosas!!!
Hoy:“El pezón acosador”
Nadie como Allan Poe para abrir y diseccionar el lado oscuro y los más terribles temores del alma humana. En uno de sus mejores relatos – El corazón delator – muestra como un ojo es capaz de llevar a la locura a una persona. Un ojo que, más que observar, vigila, cesura, oprime, acosa… y lleva al protagonista a un espiral de locura que no voy ni a comentar ni a narrar.
Hoy, en plena bolera, he sentido por unos momentos como me trasladaba al asfixiante y corrupto Baltimore de los últimos años del padre de la literatura policiaca, he respirado ese ambiente cargado de horror, opio y absenta, de lujuria, culpa, muerte y excesos que inundan sus relatos. Hoy me he sentido juguete del destino al ser abandonado por las musas y cruelmente entregado al azaroso capricho de un pezón. Un pequeño, aunque escurridizo bulto en una blusa anónima.
Sin lugar a dudas, querido lector, las últimas líneas leídas habrán despertado en su imaginación pensamientos que, créame, no se atienen a la realidad, que nada tienen que ver – ni por asomo – con una experiencia tan dura, cruel y horrible como la que he, más que vivido, sufrido. Por favor, abandone todo prejuicio, por lo menos hasta leer lo que a continuación le expongo.

Por circunstancias que no vienen al caso me encontraba en la bolera jugando con unos amigos. De por sí puede ser incomprensible, inaudito y terrible, que en plena época estival (¡que vienen las suecas!) pasemos las noches encerrados lanzando pelotas en lugar de dar rienda suelta a nuestra virilidad. Pero nadie ha dicho que este post sea una edulcorada comedia romántica; ni mucho menos el terror al momento clave, el miedo al fracaso, el horror de qué dirán… paralizan nuestros sentidos y capacidad de iniciativa,
La partida no había hecho más que comenzar cuando se hizo el silencio en el grupo, un aire frío congelaba el ambiente y nos sacó de la partida: junto a nosotros, semioculta entre sus familiares, una joven de buen ver atrajo nuestras miradas y más oscuros (y por qué no decirlo, lascivos) pensamientos. Sin duda la partida estaba más que perdida, el Dios de los Bolos nos había dejado al capricho de una sirena que nos llevaría a la perdición.
Los plenos desaparecieron, los semiplenos se convirtieron en manos en blanco, aquella partida estaba en manos del destino.
Cual Ulises atándose al mástil del barco decidí luchar contra el canto de sirena mirando hacia otro lado, buscando la concentración en un paraíso lejano. Quién me iba a decir que el “paraíso” iba a ser un infierno.
Tras una leve ojeada alrededor de la pista, nos miramos. No nos conocíamos, nunca nos habíamos visto… y a partir de ahora la tendré en mis pesadillas. Tras su segunda tirada, dispuesta a sentarse y a anotar los puntos, bajo la blusa de la madre se podía (más que adivinar) reconocer el pezón rebelde que había escapado del yugo opresor del sostén. Un rígido, severo, amenazante y dictatorial pezón que me subyugó, apresó mi voluntad y me acosó durante toda la noche.
Igual daba la posición que adoptara, la conversación en la que interviniera, la férrea búsqueda de concentración a la que me sometiera… en mi nuca notaba como me observaba, vigilaba, acosaba, me señalaba.
Dinamitaba mi moral y mis esperanzas, ya no de ganar una partida que sabía perdida, sino de poder sentirme humano, de ser digno de mi raza, de mi círculo de iguales, de mis amigos. Porque, aunque no lo veía sabía que me contemplaba todopoderoso como un dios a un simple gusano.
Y daba igual el universo circundante, lo mismo daba el ritmo de juego de su partida: el tiempo parecía haberse parado, todos a mi alrededor se mostraban inanimados, no se oía nada… que no fuera el frío aliento de ese incómodo y desagradable pezón dándome en la nuca.
Por un pequeño momento intenté rebelarme, asustarle, enfrentarme a él, mostrarle que no podría hacer lo que quisiera conmigo… pero apenas le pude sostener la mirada unos segundos. Era el dueño y señor de la situación y no podría hacer nada contra él ¿o quizás sí? Podría delatarle, advertir a su dueña de su fuga, de su dictatorial gobierno sobre mí, asestarle así un duro golpe por la espalda, derrocarle a través de una pequeña revuelta aliándome con alguien más poderoso que él.
Pero, ¿a quién engañaba? No soy tan valiente para eso.
Por ello acepté mi derrota y me sometí a su poder hasta que la partida terminó y se fue por donde vino: por la puerta, con una familia que escondía una chica espectacular y un pezón acosador.
PD: Tras un pacto de caballeros, hemos decidido que los tres bloggers presentes en la pista muestren su punto de vista sobre tan esperpéntico suceso. Las otras visiones están en los espacios de
Patapalo: http://www.mascachinas.blogspot.com/ (proximamente)

2 comentarios:

Patapalo dijo...

...un pezón dándote en la nuca....mmmm...

JAVB dijo...

A mi, Fontaneda, el pezón que realmente me gusta...es el tuyo. Pero tu recién estrenada anorexia puede dar al traste con él.